Tenía 12 semanas cumplidas cuando me senté en esa fría camilla para la eco doppler. Mi marido y mi hijo estaban conmigo y con ella, con el «puntito», esperando verla, seguir soñando, seguir construyendo ideas de lo que iba a venir. Creo que nadie se imaginó lo nerviosa que estaba, suelo pasar desapercibida y autorregularme bastante bien en ese tipo de situaciones.
Y ahí la vimos…. chiquitita, dormida…. su cuerpo sin movimiento me habló de inmediato, y al unísono con mis sentimientos el doctor me dice «No se ve bien la cosa…. no hay latidos». Mi marido me apretó la mano y lanzó un suspiro que todavía me hace doler el pecho. Mi hijo de 3 años preguntó «¿y el puntito?» y yo sólo sentí/pensé «Ahora entiendo todo» y suspiré.
De inmediato la seriedad del doctor, ginecólogo perinatal, salió al paso: «Son cosas que pasan, es común». ¿Realmente uno quiere escuchar eso en ese minuto? La dificultad para sostener ese tipo de comentarios me embargó y me bloquee. No pude hablar más hasta que salimos de ahí a reversar el pago de la doppler y transformarlo en una ecografía transvaginal normal. Mi sensación de «yo sabía» con «no puedo creerlo» era intensa, e iba in crescendo a medida que la secretaria se demoraba con el reverso del dinero de la eco.
Mi marido me abrazaba y se le caían las lágrimas, no sabía bien tampoco que decirme, yo miraba al vacío, incapaz de conectarme mucho con nadie, para así no caer destruída en el suelo de la sala de espera, repleta de mamás con sus vientres gigantes rebosantes de amor y vida. Vida que yo ahora ya no tenía.
El
duelo gestacional es el duelo más invisible de todos, es invisible porque es hay que hacer el duelo de lo «no nacido»: tu bebé, pero junto con el/ella, todos los sueños que como familia estabas construyendo y que se desmoronaron en un segundo.
El duelo gestacional es un duelo puerperal, es decir, un duelo de un hijo o hija y un puerperio a la vez. El combo, el pack más intenso que he vivido en mi vida. Los estudios y la evidencia demuestran que los dolores más fuertes para una persona suelen ser: la muerte de la pareja, la muerte de un hijo, la muerte de los padres y las rupturas amorosas. Dentro de los momentos más intensos de la mujer está la maternidad, un embarazo que en sí es una revolución hormonal y dentro de la maternidad el momento más potente a nivel hormonal y emocional suele ser nombrado como el post-parto o puerperio inmediato, la etapa inicial de los primeros dos años como mamá. ¿Qué duo no?
La edad gestacional al momento del duelo y su invisibilidad social
Básicamente desde la construcción social, desde lo que se habla y lo que no se habla, hay tres grandes maneras de comprender el duelo gestacional y las consecuencias que esto trae a las madres, familia y entorno. Los trimestres del duelo. La pérdida gestacional es un duelo invisible para la sociedad, y desde ahí, la posibilidad de empatizar se reduce, porque simplemente sigue siendo un tema tabú. Necesitamos urgente como sociedad, como profesionales de la salud y como ciudadanos pensantes sintientes, viviendo en comunidad; que se visualice esta realidad que afecta diariamente a tantas familias. El porcentaje de pérdida gestacional para una mujer en etapa fértil de la vida está entre el 30 y 40%. Se habla de que la mayoría de las reglas abundantes que han demorado más de lo normal en llegar, son pérdidas espontáneas. A esto sumémosle la enorme presión de que al no ser «vistas» ni nosotras con nuestro dolor atemporal (¿Un duelo tiene tiempo? porfavor!), ni nuestro bebé, entonces hay que «seguir funcionando». No hay un derecho irrefutable por ejemplo, a licencia post duelo gestacional. Generalmente se nos da licencia, pero eso depende del jefe, del doctor… en definitiva, de otros.
Primer trimestre, el bebé menos «visto»: Cuando vivimos un duelo gestacional de pocas semanas, generalmente menos de 12 semanas de gestación, nos enfrentamos a la realidad de que muchos nunca supieron que estaba embarazada.Pocos saben y los que saben a veces suelen tratar, desde los mismos recursos que la sociedad ha entregado para visibilizar este tema, darnos aliento diciéndonos algunas frases poco acertadas: «que bueno que era chiquitito, imagínate con panzota y lo pierdes, eso si que debe ser terrible, al menos no alcanzaron a ilusionarse tanto», «bueno pero era apenas un puntito, no te preocupes que tendrás otro«, «ahhh pero tenías poquitas semanas no más» «Pero no había bebé, era un saquito vacío«. «pucha, pero mejor que haya pasado altiro que con un embarazo más avanzado, tuvieron suerte». Pongo en cursiva las palabras que más nos hieren en ese minuto. Les reitero el cuidado con el cual necesitamos ser contenidas en un duelo puerperal. Ciertamente cuando se pierde un bebé de pocas semanas no es lo mismo que un un duelo de un embarazo avanzado, un embarazo con pronóstico fatal, o una muerte de un recién nacido. Sin embargo, el dolor está igual que en las otras situaciones, la ilusión fue la misma, el sentir en todo tu ser, las transformaciones y cambios propios del embarazo también fueron potentes. Pudimos haber tratado de embarazarnos 1 mes, 1 año, 5 años… Nuestros hijos comienzan a tomar vida desde nuestroas primeras ilusiones. No todo lo real es tangible. Un mayor o menor tiempo de embarazo nada tienen que ver con la cantidad de amor que podemos llegar a sentir desde el primer día. El tiempo es arte, son sincronías de la vida, es una ilusión que el tiempo es lineal. Dejemos esa información arbitraria y nociva de lado y conectémonos con los tiempos del corazón, un tiempo que no es cronológico, es incondicional y universal.
El bebé en camino: Entre las 12 y 22 semanas ya hemos comenzado a contarle a casi todos los cercanos, amigos y familiares. Las eco pueden mostrar el sexo del bebé y el nombre ya empieza a barajarse o asentarse. Generalmente aquí la gente no sabe bien qué decir, ya que es un bebé ya formado, no se puede invisibilizar como los más pequeños, pero igual las palabras de consuelo o contención se repiten muchas veces. En esta etapa del duelo perinatal, hubo más concreción de estos sueños y por ende el duelo en sí tiene momentos de nostalgia mucho más marcados por eventos a recordar como alguna compra, arreglos de la pieza, pataditas del bebé, etc. Hay un proceso de recordar todos esos momentos que resulta tremendamente doloroso porque simplemente no sé bien qué hacer con ellos y el nivel de nostalgia puede ser aún mayor que el de los bebés perdidos en las primeras 12 semanas.
En un artículo de la Revista Chilena de Ginecología y Obstetricia en el 2011, donde se expone el alza de muerte perinatal, se especifica: «La mortalidad perinatal considera las muertes ocurridas entre las 22 semanas de gestación y los 27 días posteriores al nacimiento.» Yo me pregunto «Y donde están considerados entonces los bebés entre las 0 y 22 semanas?» No están. Al principio no son bebés, son embriones, no cuentan, ok, pero luego ya van formando la placenta y tienen claramente aspecto de bebé. Pero aún así, no son considerados. Ésto representa la imposibilidad que hemos tenido de cambiar la forma de abordar el duelo gestacional. Como es esperable las pérdidas gestacionales antes de esa brecha, entonces no se les investiga mayormente. Necesitamos esa investigación! Quizás la ciencia no lo hace, pero y ¿si lo vemos más integralmente con otras medicinas avaladas?. Pero aquí no todo es ciencia, se trata de naturalizar este tema y poder ser vistas como madres de hijos no nacidos en el afuera, pero si vivieron en nuestro vientre y de ahora en adelante en nuestro corazón. Sí existieron.
Imaginemos por un segundo que finalmente escuchamos la propuesta de los Mayas y consideráramos el tiempo como una sincronía y no una construcción lineal y arbitraria para organizar nuestra vida y día a día. Desde esa mirada mucho más conectada con los ritmos naturales de la tierra, las estaciones y el funcionamiento del universo, nuestros hijos no nacidos tendrían un lugar clavado en la sociedad, como es en el templo budista de Hase-dera, en el pueblo costero de Kamakura, Japón, donde existen más de 50 mil estatuas de Jizo, para honrar a los niños no nacidos. Cada año, miles de mujeres madres van a visitar estas estatuas y procesar sus duelos, encontrar paz interior y darles un lugar en su corazón y en sus familias.
Los bebés en la última etapa gestacional: Perder a un bebé dentro del vientre de más de 22 semanas en es sí, uno de los escenarios más complejos de vivir dentro del duelo puerperal. Mi cuerpo ya se ha preparado para lactar desde sus inicios (por poner uno de los ejemplos más evidentes a nivel físico) sin embargo al no tener la posibilidad de amamantar a mi cría… mi leche se transforma en llanto, y mis cambios físicos tan elocuentes son muy complejos de sostener. Hubo una preparación, un gasto emocional, energético… una inversión de tiempo y dinero que al ser tan tangible, nos remece muchísimo, pues todo lo tangible nos golpea cada vez que transitamos por los procesos de sanar éste duelo. Generalmente también hemos vivido un escenario de duelo anticipado, puesto que en varias ocasiones ya nos han advertido que «en cualquier momento se puede morir», pero aún así, no hay cómo prepararse para algo desconocido, con tan poca información, receptividad y visibilización como en éstos casos. Tiendo a pensar que vende mucho más la noticia trágica en la TV y medios, que la información empoderadora, respetuosa de nuestros ritmos, cuerpos y procesos de qué es y de que se trata finalmente el duelo gestacional.
Para la mayoría de nosotras, resulta extremamente doloroso ver nuestra panza abultada sin nuestro bebé en brazos. Unas con más, otras con menos, mirarnos cada día desnudas y recordar esa vida dentro de mí, nos estremece y nos obliga a tomar todas las herramientas con las que contamos hasta ese minuto, para sanar este dolor, este dolor de todo lo que fue y lo que no llegó a ser. Necesitamos más herramientas, necesitamos ser vistas y ser abrazadas, contenidas y cobijadas. 1 mes, 6 meses, 1 año si es necesario. El duelo es atemporal, subjetivo, y necesitamos que entiendan eso. Pero muchas veces no pasa. Somos invisibles igual que nuestros hijos/as y sin duda una parte importante del primer tiempo de duelo es querer morirse con ellos. Y luego, si nos empoderamos, si nos llenamos de recursos, de ayuda, de apapachos y contención, si además le podemos brindar al cuerpo el proceso de des-traumatizarlo de todo lo vivido (recordemos que luego de la vivencia viene el aborto espontáneo, un nuevo trauma, o un legrado, otro tipo de trauma físico) volvemos a decirle SÍ a la vida. Pero pasa, ufff sí que pasa. Y está bien. He descubierto que una parte de nosotras SI muere con ellos, y luego renacemos, luego somos nuevas mujeres… y eso, es un regalo. Pero para poder saborear ese regalo, hay que haber recibido apoyo, ayuda, recursos y contención. Sino, no lo veremos.
A todas las que hemos pasado por esta experiencia, necesitamos un cambio de paradigma, un cambio que nos ayude a vivir nuestros duelos de mejor manera, de manera saludable. Para eso, es necesario que nosotras mismas validemos nuestros embarazos y nuestros hijos e hijas que hoy viven en las estrellas. Ponle un nombre, dale un lugar, sí tiene un rol y un número de hijo. Una vez que nosotras les demos cabida en nuestra historia, en el árbol familiar, y en nuestro corazón, podremos hacer que las voces de los que no pudieron hablar hacia afuera de nosotras, se escuchen, y se escuchen fuerte! porque sin duda alguna, vinieron a decirnos algo, a enseñarnos algo y vivir ellos mismos, algo. Encontrar ese mensaje es una de las experiencias catárticas más enriquecedoras que como mamás de esos bebés con alas, podemos vivir, trascendiendo todo tiempo, todo lugar, encontrándonos ahí donde no hay ninguna frontera, sólo existe y cabe el amor incondicional…eso es finalmente, el gran amor de mamá.
“Cuando se produce una pérdida algo cambia en tu interior, no volverás a ser jamás quien eras. Algo de ti se ha ido con ese ser y algo nuevo dentro de ti emergerá con fuerza, acógelo. Ese es el regalo que te ofrece el ser que se fue y que ahora vive en ti” (Virginia de la Iglesia)
Las abrazo, nos abrazo, hablemos, debatamos, sostengamos el pulso por todos esos corazones que un día dejaron de latir, que se escuche fuerte el sentido que han transmitido a nuestras vidas y los grandes aprendizajes que nos han dejado.
Pamela Labatut